10 forma de construir resiliencia en tu equipo (empezando por ti)

Por Fernando Loyola.

 

Sabemos que la resiliencia es una de las competencias clave en este momento del proceso en el que nos encontramos. Y la cantidad abrumadora de artículos, webinars, talleres, cursos y ofertas de consultoría que he visto en los últimos días lo confirman. Pensemos bien y asumamos la buena intención de todas aquellas personas que hasta ayer no conocían el término y hoy se presentan como expertos en él. Mi recomendación personal sobre el reconocimiento del experto es totalmente intuitiva, pero bastante práctica: Confía en aquella persona que se dedicaba al tema mucho antes que estuviese en la cresta de la ola. Un referente importante es la American Psychological Association (APA, sí, esa institución a la que odian todos los tesistas), quienes, junto a Discovery Health Channel lanzaron hace 7 años un documento muy breve y sencillo pero contundente sobre el tema, llamado “The road to resilience”.

 

Aquí, cuatro elementos importantes a tomar en cuenta a la hora de hablar de resiliencia:

  1. La resiliencia es el proceso de adaptarse adecuadamente a las adversidades, amenazas, tragedias, traumas, y – sobre todo – a las fuentes significativas de estrés. Por eso, duda de cualquier experto en resiliencia que no haya tenido que pasar por estos padecimientos, salvo que sea un gran estudioso del tema, que quiere compartir lo que ha aprendido desde su posición privilegiada.
  2. La resiliencia es ordinaria, no extraordinaria. Así es. Y no solamente todos podemos demostrar resiliencia, sino que solemos hacerlo. No es una fórmula mágica, ni un atributo de pocos. Utilizando una metáfora trivial, podríamos decir que es como cantar en un karaoke. Todos podemos hacerlo, si se dan las condiciones necesarias. Ahora, si quieres ser un gran cantante de karaoke, hay que practicar.
  3. Ser resiliente no es sinónimo de ser inmune a las dificultades y al distrés (el estrés negativo). El dolor emocional y la tristeza son comunes en las personas que se enfrentan a grandes adversidades en sus vidas. Es más, el camino hacia la resiliencia tiende a suponer cantidades considerables de estrés / distrés. Así que, “¡Arriba esos ánimos, luce esa sonrisa, afuera la tristeza!” no sería un buen consejo desde la resiliencia. Es más, considera al optimismo irracional como un enemigo.
  4. La resiliencia no es un rasgo de personalidad, como se pensaba originalmente. Es más una competencia, ya que supone comportamientos, pensamientos, actitudes y decisiones que pueden ser aprendidas y practicadas por cualquiera de nosotros.

 

Dicho esto, aquí las 10 recomendaciones que nos da la APA para desarrollar resiliencia, a las que les he dado un matiz organizacional, para que sean de mayor utilidad práctica para los líderes:

  1. Genera conexiones. Contar con una red de soporte social es indispensable. Las relaciones familiares, las amistades y los vínculos laborales son importantes en el proceso de sentir la confianza suficiente para pedir ayuda y mostrar vulnerabilidad. Así es: el resilientes es vulnerable, no un superhéroe indestructible. ¿Cómo estás escuchando y haciendo que se sientan escuchados tus colaboradores? ¿Cómo los estás ayudando a integrarse, a conectarse, a no sentirse aislados, aunque físicamente lo estén? Y esto va más allá de las reuniones de avance y las llamadas de chequeo.
  2. Evita ver las crisis como problemas insuperables. En muchas ocasiones no puedes cambiar la realidad. Pero sí la manera en que la abordas. Siempre conservando los pies en la tierra, por supuesto. No se trata de romantizar, sino de reencuadrar. Tu equipo y tú no están juntos por ahora, llegó el momento de probar nuevas plataformas de comunicación y trabajo colaborativo. Tus ventas no son las mismas que el año pasado, es tiempo de replantear el proceso, las técnicas, el negocio completo. No estamos seguros de llegar todos juntos a fin de mes, es el momento para generar una estrategia que haga más probable que lleguemos todos. Pero si tu equipo no ve eso en ti, difícilmente lo desarrollará por su cuenta.
  3. Acepta que el cambio es parte de la vida. Y no se trata de bajar los brazos, sino de comprender que en ocasiones las metas planteadas se postergarán, otras cambiarán y otras se dejarán de lado. Las cosas no salen como las planeamos, pero no por eso debemos dejar de planear. Vivimos tiempos de cambio, un cambio imprevisto, acelerado y drástico. Y estamos aquí para asumirlo.
  4. Avanza hacia tus objetivos. Si es necesario, replantéalos. Necesitas que sean retadores pero realistas al mismo tiempo. Sobreexigir en estos momentos no es señal de resiliencia, es señal de irresponsabilidad para con las personas que confían en ti. Es tiempo de decisiones valientes. Tómalas, pensando en que mañana estarás un paso más adelante.
  5. Toma acciones decisivas. Minimiza los riesgos en la medida de lo posible. Reorganiza. Replantea. Cerrar los ojos y esperar que, al volver a abrirlos el riesgo, las amenazas y la presión hayan desaparecido es ingenuo. Ábrelos bien. Y genera planes que se puedan ir construyendo y reformulando sobre la marcha.
  6. Busca oportunidades de autodescubrimiento. Haz un balance, y pídele a tu equipo que también lo haga, sobre lo que han aprendido, desarrollado y ganado en estas semanas. Ya sabemos qué es lo que hemos perdido. Y ese foco en lo que no está nos hace perder de vista lo que hemos ganado, que puede ser muy poco (una nueva habilidad, una fortaleza que no habíamos explorado, un conocimiento importante) pero que aporta en gran medida a la forma en que evaluamos la situación en general.
  7. Alimenta una mirada positiva de ti mismo. Confiar en tu habilidad para resolver problemas y confiar en tus instintos son elementos que ayudan a desarrollar la resiliencia. ¿Qué estás haciendo para que las personas de tu equipo cuenten con espacios que les ayuden a ganar esta confianza? Genéralos y ayúdales a ganar autonomía, sin poner en riesgo la operación, por supuesto.
  8. Mantén las cosas en perspectiva. De niños, haber roto una ventana de un pelotazo era el final de nuestras vidas. Pero no lo fue. De adolescentes, el fin de un amor de verano era el final de nuestras vidas. Pero no lo fue. De adultos muy jóvenes, perder el trabajo soñado era el final de nuestras vidas. Pero no lo fue. Tendemos a sobredimensionar las circunstancias, especialmente cuando no contamos con un punto de comparación más amplio. Es hora de miras hacia el pasado, para recordar situaciones retadoras como las actuales, y el futuro, para imaginar escenarios posibles cuanto todo haya pasado. Esto nos ayuda a reencuadrar la situación.
  9. Mantén la esperanza. El optimismo llega aquí, casi al final de la lista, porque por sí mismo es ingenuidad desprotegida. Trata de visualizar lo que quieres en lugar de lo que te preocupa, enfócate en los planes y las acciones que emprendes y no en los motivos por los que podrían no funcionar. Cambia el discurso de tu equipo cada vez que vaya por el rumbo equivocado, siempre de buena manera, pues no se trata de un llamado de atención, sino de un proceso de aprendizaje.
  10. Cuídate. Monitorea tus necesidades y emociones. Y recuerda todas las buenas recomendaciones que has recibido desde el inicio de este proceso: ejercita, aliméntate bien, distráete, relájate. ¿No tienes tiempo? Empieza por organizarte entonces. Son pequeñas dosis, microactividades que oxigenen tus rutinas. Ya hemos hablado al respecto en otros artículos en esta misma serie, así que si exploras un poco puedes encontrar algunas ideas útiles.

 

Entonces, empieza por preguntarte cuál de estas 10 acciones podría ser la que tenga un mayor impacto en tu equipo y ponla en marcha. Mi recomendación es iniciar por la número 10 y acompañarla por cualquiera que no sea la 9, pues ella se construye a partir de las demás.

Bueno, el tablero está puesto sobre la mesa. Es tu turno.

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Para acceder al documento de la APA en el que se basó este artículo, ingresa aquí.

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